viernes, 31 de diciembre de 2010

Feliz 2011


Este año, por esas cosas del destino que a veces le da por jugar a nuestro favor, escribo por dos.

Nuestro 2010 estuvo lleno de encuentros, alegrías, despedidas, cambios, estrés, emoción, aventura, demostraciones de amistad y afecto y, sobretodo, de amor.

Al "viejo año" lo recordaremos siempre con muchísimo cariño por todas las buenas nuevas que nos reservó, y hoy, en su agonizante último día, queremos agradecerle por todas las bendiciones que recibimos. Somos conscientes de la increíble suerte que tuvimos y nos alegra compartir nuestra felicidad con los que más queremos, por lejos que estén.

Dada nuestra fortuna en este tiempo, queremos desearles un 2011 lleno de ilusión, de salud y de proyectos -alcanzados y por alcanzar.

Que el calor del abrazo sincero no les falte, que la suerte les sonría y que, como a nosotros, este nuevo año traiga consigo muchas bendiciones y mucho amor.

Gracias por seguir pendientes de nosotros, y no duden de que estarán en nuestros corazones al sonar las 12 campanadas.

¡Feliz año nuevo!

Cq y Zz.- (Alias Zhandra Zuleta)

martes, 30 de noviembre de 2010

El disfraz informativo del chisme



Esta semana, varias "noticias" me han llevado a reflexionar sobre la responsabilidad de los medios de comunicación y la tergiversación, mal uso e indiscreción de la información.

Por supuesto, no he descubierto el agua tibia: muchos teóricos, comunicadores, periodistas y público en general ha analizado este tema desde casi todos los ángulos posibles, por lo que me es aún más incomprensible ver escándalos generados a partir de información compartida en privado y de informes ya no tan secretos que desvelan la verdadera impresión de diplomáticos norteamericanos sobre personalidades y gobiernos de otros países.

La autocensura

Todo el mundo ha dicho algo que suene "políticamente incorrecto" alguna vez.

Nadie, en serio, escapa a un chiste homófobo, sexista o racista. Y eso no significa nada.

Delante de los amigos, somos personas libres con la posibilidad de reírnos de nosotros, o de otros, sin expresar por ello una postura radical que nos haga sus enemigos. Yo, por ejemplo, me horroricé de mí misma cuando me vi en un ambiente laboral rodeada de homosexuales y fui consciente de la cantidad de veces que bromeaba con un compañero diciéndole "gay" por sentimentalista.

Estaba acostumbrada a mis amigos "las locas", entre quienes es normal oír el tan popular "sí eres marico" entre risas. Pero hay momentos, lugares y situaciones para todo.

Por supuesto, a mi jefe homosexual no le iba a resultar nada agradable que me refiriera a él o a ningún otro gay como "loca". Son situaciones diferentes, y hay que saber poner los límites.

Sin embargo, hace poco surgió un escándalo que involucraba a un tertuliano, Salvador Sostres, quien en una pausa publicitaria de un programa de radio hizo comentarios desafortunados.

Sí, son opiniones un poco rudas, pero la excusa de "sabía que estaba delante de un micrófono" para publicar sin su autorización dichas declaraciones es, sencillamente, repulsiva.

Al aire, este señor y todos los demás debemos cuidar lo que decimos, pero en un ámbito privado, sería imponer una autocensura criminal el que también debamos ser "políticamente correctos" ante todo.

Me consideraría muy desafortunada si delante de mis amigos no pudiera meterme con los enanos, los periodistas o los suramericanos de una manera relajada, a sabiendas de que, dada mi condición de las tres cosas juntas, no voy a ser juzgada por xenófoba, racista o excluyente.

Sería muy infeliz de estar en los zapatos de Sostres y no saber quién me apuñaló por la espalda, haciendo pública y demonizando una opinión personal, expresada fuera del aire y sin intenciones de ir más allá de un chiste "interno".

Wikileaks y el "pensamiento" diplomático

Si algo hemos logrado ver de los últimos documentos filtrados y publicados por la polémica web "Wikileaks", es que no nos han dicho nada nuevo.

Que Venezuela sufre una crisis en el sistema de salud pública y que la respuesta gubernamental ha sido la de desviar fondos de hospitales al paralelo sistema de "Barrio Adentro" es algo que todos sabíamos de antemano, aunque no leyéramos la prensa.

Que Zapatero es un "político cortoplacista, que antepone la obtención de votos al bien común de los españoles" es noticia de ayer.

Que a EEUU le preocupa la actitud de Corea del Norte y de Irak podía deducirlo hasta un adolescente que viera noticias de vez en cuando.

Entonces, ¿por qué el escándalo?

Resulta que estas obviedades no las dice cualquiera. Salen de las embajadas de EEUU en diversas partes del mundo, y son "cables" clasificados como "top secret".

Algunos pudieran sentirse ofendidos por lo que expresan estas comunicaciones, pero honestamente, serían algo tontos.

El trabajo de los diplomáticos es estudiar a fondo el país donde son asignados: desde la idiosincrasia de sus ciudadanos, hasta las políticas exteriores del gobierno. La misión es saber lo más posible para defender de la mejor manera los intereses de su país en el de su asignación. Ya está.

Si yo fuera embajadora de Venezuela en España, probablemente me hubiera extendido en la preocupación de los empresarios españoles por la inestabilidad política que amenaza sus inversiones en el país. También hubiera tenido que hablar largo y tendido sobre las posibles conexiones del gobierno venezolano con las Farc y Eta, y el impacto que la posibilidad de ellas ha tenido en la imagen de Venezuela aquí.

¿Eso me hiciera mala persona? No. Mi trabajo aquí sería que el gobierno venezolano supiera hasta el último detalle de lo que se dice entre los españoles sobre mi país, y ya sería cuestión de la estrategia gubernamental el considerar estos temores a la hora de sentarse a negociar.

En este sentido, una comunicación mía (como hipotética embajadora venezolana) a Miraflores sería casi lo mismo que una conversación íntima con un amigo cualquiera, y es por eso que los "cables" revelados por Wikileaks no tienen nada de deslumbrante.

Su única función es amedrentar al gobierno estadounidense para que sepa que sus conversaciones han sido grabadas y pueden ser difundidas, aunque no tengan importancia alguna.

Dicho todo esto, me parece que es hora de establecer responsabilidades en los medios de comunicación que difundan estos chismes disfrazados de información sin corroborar la legalidad de la obtención de los datos.

No sólo me parece poco ético como comunicadora, sino que como persona me parece un atropello a mi derecho de opinar lo que quiera sobre lo que sea. Y la libertad de opinión es uno de los Derechos Humanos fundamentales. ¿Alguien está rindiendo cuentas por violarlo?

lunes, 22 de noviembre de 2010

Reflexiones de una emigrada caraqueña





Tengo 28 años y he vivido una protesta general con saqueos e incendios incluidos (Caracazo, 27/02/1989), tres intentonas de golpe de Estado (4/02 y 27/11/1992 y 11/04/2002), un paro nacional (12/2002), un terremoto (12/09/2009), guarimbas, ataques a marchas pacíficas, desbordes de quebradas, tormentas tropicales y granizos... todo en Caracas -y eso que no estaba ahí para la tragedia de Vargas (15-17/12/1999).

Podrán imaginarse que debería ser normal que me sienta como un mono de circo al hablar con los panas valencianos (de España, claro), quienes ven las protestas sindicales por televisión y se maravillan al ver las réplicas a escala de las armas de guerra.

A ratos me siento bien al decirles "¿y se quejan de eso? No han visto nada..." a un grupo de casi cuarentones que terminan por excusar su falta de experiencia en eventos violentos o desastres naturales.

Luego me doy cuenta de que no es un juego.

En Venezuela, la esperanza de vida (según cifras oficiales) es de 74 años, la mortalidad en niños menores de 5 años en 2009 (según la base de datos del Banco Mundial) fue de 1,8% y hubo 10.295 asesinatos en 2004 (datos de la Organización Mundial de la Salud).

En España, la esperanza de vida es de 81 años, la mortalidad infantil en 2009 fue de 0,41% y hubo un total de 600 homicidios en 2004 (las fuentes son las mismas que arriba, respectivamente).

No es gracioso darse cuenta de que estamos acostumbrados a la violencia, y descubrir que sabes más sobre tácticas para evitar ser robado, secuestrado o disparado que sobre literatura.

No recuerdo la última vez que me sentí orgullosa de una cifra que represente a mi país ante el mundo. Tal vez fue la cantidad de venezolanos que juegan actualmente en las Grandes Ligas, aunque a pocos les importa ese deporte fuera de EUA y el Caribe. Igual lo digo para que le suba un poquito el ánimo a quien lo entienda: Félix Hernández ganó merecidamente el Cy Young.




Me gustaría poder dar una imagen diferente. Amo a mi país y me duele saber de gente talentosa que sale a buscar nuevos rumbos porque no son apreciados en él. Me duele escuchar infinitas veces el lamento: "¿Eres de Venezuela? ¡Qué lástima! Podría ser el país más rico del mundo".

Me gustaría poder plantearme el vivir allí y hacer mi vida y tener mi familia en el lugar donde crecí: al lado del Ávila, comiendo hallacas en diciembre y oyendo a Simón Díaz mientras desayuno arepitas con mantequilla y queso rayado por la mañana.

Pero honestamente, me agrada más poder caminar sola por las calles sin el nerviosismo de la hora que es o del peligro que corro. Me gusta tener miles de posibilidades a la hora de elegir el café donde me quiero sentar para relajarme un rato mientras leo el periódico en plena calle.

Me gusta ver los perros que llevan al sitio donde sus dueños se toman una cerveza y conocen a otros dueños de perros que también se trajeron a sus mascotas. También me gusta poder usar mi bicicleta (o alquilar cuantas quiera al año por una cuota fija) como medio de transporte, y que la política sea uno más de los miles de temas disponibles para conversar con amigos y conocidos.

Por ahora, tendré que conformarme con comer arepas con mantequilla y pechuga de pavo, incursionar en el enigmático arte de hacer hallacas y suspirar viendo fotos del Ávila desde la distancia.

Tengo 28 años, y ya era hora de saber lo que es vivir realmente en paz.

Zhandra Zuleta.-

lunes, 8 de noviembre de 2010

La otra España



Debo reconocer que cuando vine acá tenía una concepción muy diferente de España y de los españoles.

Para empezar, y en esto culpo en parte el haber estudiado toda mi infancia en La Candelaria, en mi cabeza los españoles eran personas muy católicas, trabajadoras, conservadoras y amantes del fútbol.

La mujer española no tenía ningún problema en quedarse en casa criando a sus hijos, mientras los hombres traían el pan a la mesa. El sexo antes del matrimonio era un pecado capital. Los domingos iba toda la familia a misa y los niños eran, básicamente, unos "Manolitos" cualquiera (así que a Mafalda también le salpica un poco la culpa de mi distorsionada visión).

Luego fui leyendo noticias: España se iba haciendo acreedora de importantes elogios en cuanto a medicina, seguridad social y urbanismo, todo acompañado con el incomparable gusto a paella, la pasión por los toros y el flamenco metido en los huesos.

Y no podía imaginar a un español que no se ufanara de tener sangre gitana, ni una española que no se enamorara de su príncipe y soñara todas las noches con ser Leticia.

No podía estar más equivocada.

Resulta que en España, la cotidiana, no soportan que los vean como la típica imagen de tienda de souvenir: el torito, la bailaora y la paella.

Es "guay" (chévere, fino, está de moda...) ser de izquierdas y por lo tanto, no les gusta que venga el Papa (aunque Zapatero sí va a misa con Obama, para recibir al Papa estaba muy ocupado), los homosexuales tienen más derechos legales que en Venezuela (se pueden casar) y el movimiento feminista es tan popular que hasta tuvo un ministerio (en realidad era de la Igualdad, pero sus funciones eran básicamente feministas, y tuvo que ser eliminado debido a la crisis).

Hay una llamada "Generación Ni-Ni", conformada por algunos adolescentes que no quieren ni estudiar ni trabajar: viven descaradamente de sus padres y encima los mandonean, cuando no insultan o golpean.

Gracias a la crisis, los afortunados que consiguen empleo lo valoran, pero antes de esto hubo un período de opulencia en el que una gran parte de los españoles no podía imaginarse realizando ciertos trabajos (en general, en el sector de la construcción), por lo que estas actividades terminaban siendo desempeñadas por inmigrantes (en su mayoría, suramericanos).

En el Mundial de fútbol, algunos restaurantes y tascas españolas sólo mostraban los partidos de La Roja, mientras que otros ni siquiera eso. Si un restaurante proyectaba el resto de los partidos, era muy probable que fuera de dueños argentinos, irlandeses o uruguayos.

Los gitanos son una raza fácilmente reconocida por ellos (a mí me resulta más difícil identificarlos), y lejos de ser un orgullo, son un dolor de cabeza para la mayoría de los españoles por su eterna negación a adaptarse a las reglas establecidas.

En ciertas comunidades autónomas, ser español no es precisamente un adjetivo sino un insulto, y por supuesto, en la final de fútbol le iban a Holanda. Hay otros españoles que no sienten absolutamente ninguna afinidad con ese deporte, y tampoco ven el tenis, ni el básket, ni la Fórmula 1, ni el motociclismo (en todas estas disciplinas, hay/ha habido españoles campeones).

El sentimiento regionalista está mucho más marcado de lo que podía yo imaginar (o entender). La paella es valenciana, la fabada asturiana y el Real Madrid es sólo de Madrid (para el resto de los españoles, representa al franquismo). Y el rechazo a la "etiqueta ibérica" ha llegado al punto de prohibir (en Catalunya) las corridas de toros, a pesar de que éstas siempre han conseguido llenar la Plaza de Barcelona.

La realeza vende en la prensa rosa, pero en general, no tienen problema en burlarse de la manera de hablar del Rey, o de un personaje muy particular que es la Duquesa de Alba.

Por supuesto, todo esto no es más que mi visión actual, reducida al ámbito de la Comunidad Valenciana y la prensa nacional. No digo que esté bien o que esté mal, sólo que me asombra lo increíblemente diferente que es de lo que tenía esperado encontrarme aquí.

También he de decir que he tenido conversaciones muy interesantes sobre la situación política en Venezuela, y me ha sorprendido gratamente lo informados que están algunos de mi país.

He sentido empatía y me he reconocido a mí misma en la preocupación que algunos españoles manifiestan por la inmadurez electoral de algunos sectores del país.

Y tal vez por la influencia de otros dialectos muy parecidos al español (aunque no iguales, claro), he de decir que en la cuna de Cervantes, los errores ortográficos y redundancias en el habla abundan.

lunes, 25 de octubre de 2010

El primer paso hacia el proceso inverso en el que el venezolano paranóico vuelve a ser bonchón

El 26 S Venezuela dio una demostración de civismo y de democracia, de ganas de avanzar en paz y con la única arma que representa el dedo morado.

Fue una partida amañada, y sin embargo, los resultados hablan por sí solos e intentan dar una lección al Presidente y a su gobierno, aunque algunos se empeñen en vendarse los ojos y proclamarse victoriosos a pesar de la derrota.

Debo aclarar que no me parece que haya ganado la Oposición. Me parece que perdió el Oficialismo, y no aceptarlo es peligroso porque no sólo se da la espalda a la voluntad del pueblo, sino que se aumenta la distancia entre el Chavismo y el ciudadano de a pie.

Esta distancia viene in crecendo desde hace tiempo, desde que los "creyentes" de Chávez van encontrando menos excusas para justificarlo. Llega un punto en el que decir "es que lo tienen engañado" pasa a ser un "la única manera de que no se dé cuenta es que sea estúpido", o peor aún: "si no sabe cómo estamos es porque no padece lo mismo que yo y no anda por mis calles, ni compra en mis supermercados, y por lo tanto, ya no es como yo".


La ecuación "Chávez=Pueblo -> Pueblo=Yo" se va desmoronando, y el "muchacho que habla como yo" ya no es tan simpático cuando comienza a insultar a la gente en cadena nacional, o cuando gasta más plata en armamento pudiendo invertirlo en mejorar el día a día de todos asegurándose de que los servicios públicos funcionen, o luchando contra la inseguridad.

La intencionalmente marcada línea divisoria entre el bien y el mal, el socialismo y el capitalismo, el patriotismo y el pitiyanquismo, comienza a tener grises cuando tengo que escuchar todos los días de mi vida una cadena, mientras cada vez tengo más miedo de salir a la calle o consigo menos productos en las estanterías (más aún cuando descubro luego que un montón de comida se pudrió y a nadie le importó, porque estaban demasiado ocupados echándole la culpa a la Polar de un supuesto acaparamiento).


La gente está cansada de tanta politiquería, y en realidad, lo que todos quisiéramos es que las empresas que se han ido por la inseguridad jurídica que representa un gobierno tan antojoso, volvieran con sus puestos de trabajo y sus beneficios colectivos.


Lo que todos quisiéramos es que los "Halls", los "Pantene" y hasta la harina "Pan" volvieran a decir "Hecho en Venezuela", no sólo por el orgullo de hacerlos en casa, sino por el bajón en el costo final que representa el no tener que importarlo.


Todos quisiéramos salir, y que al decir que somos de Venezuela digan "¡Ah! Miss Universo" o "¡Sí, Béisbol!", en lugar de "Oh, Chávez" o, aún peor, "¿No es de ahí que son las Farc?".


Todos quisiéramos poder disfrutar de nuestras ciudades, pudiendo salir a caminar, ir a rumbear, respirar aire fresco en los parques o invitar a amigos de afuera para mostrarles lo bien que vivimos; y por el contrario nos vemos forzados a encerrarnos en casa, a andar con paranoia por la inseguridad, a avergonzarnos de la basura que inunda nuestras calles y de los huecos que dejan en evidencia lo irónica de nuestra situación: Un país petrolero asfaltando calles de otros mientras las suyas se deshacen.


Vivimos con miedo, aunque no nos enteremos, y eso se traduce en que el venezolano bonchón, siempre sonriente y animado, pasa ahora a tratar a todos con desconfianza, y si un extraño se acerca a preguntar la hora o a pedir ayuda para una dirección, lejos de ayudarlo, nos asustamos. Por eso ya no nos ven como gente amable, sino antipática.


Y pregunto yo, con el corazón en la mano: ¿Es que alguien se imaginó que en una reunión familiar venezolana, fuera inevitable tocar el tema político? ¿Alguien, hace 12 años, hubiera apostado porque parejas, familiares, amigos de toda la vida, dejarían de juntarse o de hablarse o de tolerarse por el tema político? ¿Es realmente eso lo que se quería desde el principio?

Debo confesar que nunca entendí bien lo que era el "Socialismo del S. XXI", pero si es esto, puedo resumirlo en: división, inseguridad, desabastecimiento, inestabilidad jurídica, desempleo, odio, violencia, miedo, miedo, miedo. Rechazo e irrespeto del otro y condena visceral a la diversidad.

Sólo espero que exista un proceso inverso que nos devuelva la sonrisa eterna y las comidas en familia sin divisiones más allá de las del béisbol. ¿Que la cuarta no era perfecta? No. Para muestra, un botón: después de años de corrupción, sectarismo y violencia, no gana la Oposición. Sin embargo, no recuerdo persecusiones judiciales contra periodistas que decían al aire: "Hoy tembló". Tampoco recuerdo que fuésemos el hazmerreír del mundo (aunque un chavista, claro está, atribuiría eso a los medios diabólicos que no hacen más que atentar contra la dignidad del pueblo, como si esperar 8 meses por una cita para el pasaporte fuera respetar mucho al soberano, o hacer realidad un montón de cambios en la Constitución A PESAR de la decisión de la mayoría fuera dignificar a los venezolanos).

Sólo espero que, poco a poco, comience a superarse este trance y deje de perder el Gobierno para empezar a ganar una mejor Oposición.

Y ojo, rojitos: Yo que ustedes comenzaría a cuestionar la gestión por dentro, porque "el pueblo" les está mandando un mensaje cada vez más claro. Si de verdad son de izquierdas, si de verdad se consideran marxistas, comiencen a aplicar los principios de Marx y no vean los cambios como una amenaza, sino como una oportunidad para mejorar. La cosa no tiene por qué ser como está y ya "porque antes era mala". El chance de crecer, de aprender y corregir, siempre está ahí.

Yo cambio mi fusil por una edición del Festival Internacional de Teatro; mis barcos de guerra por la harina Pan hecha en casa; mis consejos comunales por empleos en la Procter & Gamble, en la Polar y en RCTV; mi servicio en milicia obligatorio por un presupuesto justo para la UCV; mis leyes habilitantes por el Ateneo de Caracas y mi quinta república por una sexta incluyente y legítimamente democrática.

¿Y tú?

lunes, 13 de septiembre de 2010

Este 26 de septiembre...

Me gustaría votar por una Asamblea plural, capaz de responder a la inseguridad con algo más que la Ley de Videojuegos y Juguetes Bélicos (la cual me parece más una burla que una solución).

Me gustaría votar por una Asamblea que garantice la independencia de poderes, para así no ver cómo procesan en un día a los "condenados" en cadena nacional por el Presidente (que ahora es sinónimo de "Comandante"), mientras los mercados están vacíos, la gente pierde la vida en las calles y los que se preparan para sacar el país adelante son considerados "elitistas".

Me gustaría votar por una Asamblea autónoma, que sea capaz de impedir el cierre de medios y las amenazas a la Libertad de expresión, y por ende, a la Democracia.

Me gustaría votar por una Asamblea que exija cuentas a los gobernantes, para así saber dónde está todo el dinero que ha entrado a mi país, y así poner freno a los regalos injustificados que benefician a otros mientras los nuestros se quedan sin tierras, sin trabajo y sin comida.

Me gustaría votar por una Asamblea abierta, que escuche TODAS las voces y vele por TODOS. Que elija un Tribunal Supremo imparcial, que garantice la JUSTICIA y la ABOLICIÓN DE LA IMPUNIDAD.

En fin, me gustaría votar por una Asamblea QUE HAGA SU TRABAJO.

jueves, 29 de julio de 2010

¡Visca España! ¡Viva Venezuela!


Hace unos meses mi padre insistía en que viera la película Invictus. Honestamente, no tenía ni idea de por qué, hasta que vi su argumento.

Resulta que mi padre es de los que cree que el fútbol tiene el poder de unir a la gente. Hace ya algunos años que planteaba la posibilidad de que la Vinotinto fungiera de goma de pegar entre los venezolanos oficialistas y los de oposición. Un día escuché un argumento decepcionante: "¡Qué va! ¡Si ellos -los "escuálidos"- apuestan a que pierda la selección!"

Ese argumento me molestó mucho por dos razones: porque soy de las que más apoya a la Vinotinto y porque soy una venezolana de oposición; pero hubo aún otra razón: porque he ido al estadio, he estado rodeada de "escuálidos", he gritado consignas contra el gobierno junto con ellos y luego todos, con nuestras banderas/camisas/gorras en alto, hemos apoyado a la selección.

Más peligrosa que la confrontación me parece la divulgación de argumentos falsos que, lejos de ayudar a la unión, contribuyan a echar más leña al fuego.

Desde este lado del charco tuve la oportunidad de vivir lo que el fútbol puede lograr en un pueblo. Durante años he escuchado cómo los separatistas vascos y, en menor medida, los catalanes, reniegan de su nacionalidad y exigen obtener la suya propia. Francamente, nunca lo he entendido.

Desde una perspectiva lejana, es un "conflicto" que no entiendo. Es como decir "Yo soy humana, no persona", o algo así. "Soy catalán, no español" me resulta una contradicción, pero bueno...

Lo cierto es que España ganó el mundial, y aquí todo fue fiesta. Ya desde antes se exhibían las banderas ibéricas en los balcones de tuttiri mundachi, y debo decir que no pude evitar emocionarme al oír a un radioescucha catalán Y español decir en la radio: "Es la primera vez en años que podemos ondear la bandera española sin tener que dar explicaciones".

Un sentimiento de unión, de alegría que supera distancias, de hermandad, se apoderó de toda España, aunque no de todos los... "no españoles".

Aún con esta hazaña, aún con la plaza España de Barcelona repleta de gente con la cara pintada de rojo y amarillo, aún con este fervor evidente, hubo voces que se alzaron en favor de Holanda.

Aún con la emoción viva en el ambiente, hubo gente que prefirió ignorar la disputa, o decir que si ganaba España no era más que por los jugadores del Barca, y que el problema es que no son libres para tener su propia selección (la cual, por supuesto, habría ganado la copa, pasando por encima del once español).

Horas antes del partido final, miles (algunos dicen que llegan al millar) de catalanes habían estado en ese mismo sitio, protestando la decisión de la Sala Constitucional de Madrid, la cual denegaba la aplicación del Estatut propuesto por los catalanes, en el cual, prácticamente, se declaraban independientes de España. Entre otras, sus demostraciones incluyeron quemar banderas españolas. A mí me parece muy lógico que, siendo su petición una anticonstitucional, la Sala Constitucional lo rechace, pero yo qué sé... sólo soy una sudaca en tierra ancestral.

Lo que sí sé es lo que viví, y las imágenes de los miles (no sé si millones también) de catalanes gritando "Yo soy español, español, español", "Una nación, una selección", "No nos engañan, Cataluña es España" o "España es una, no cincuenta y una", además del tradicional "¡Viva España!" o su adaptación "¡Visca España!", pusieron la piel de gallina a más de uno.

A pesar de los independentistas que prefirieron ir a Holanda o simplemente perderse de esta emoción, lo vivido aquí es una algarabía que me hizo desear que algún día, en mi país, podamos vestirnos todos de Vinotinto y saber que esa felicidad conjunta está por encima de cualquier división.

Por eso, aunque sea algo tarde, invito a los venezolanos que no la hayan visto ya a que vean Invictus, y a que la esperanza de unión que ha albergado mi padre los inunde, además con la convicción de que llegar a ella ES POSIBLE.

viernes, 26 de febrero de 2010

A Orlando Zapata Tamayo, el albañil

Hay momentos en los que, simplemente, no se puede callar. El asombro, la rabia y la indignación se vuelven una sola vocecita que grita: "¡¿Y tú no dirás nada?!" y te obliga a decir lo que crees, aunque mueras en el intento. Si no, si no hablas, te sientes culpable de la situación, porque aunque tu opinión no sea suficiente para inclinar la balanza hacia ningún lado, tu silencio, en cambio, sí favorece al lado opresor.

"Opresor" es una palabra que se ríe con la "revolución" venezolana, no tanto porque se usen mutuamente, sino porque a los "revolucionarios" les encanta nombrarla en sus discursos. Claro, si hay una bota más grande que nos aplasta, debemos unirnos para combatirla, así no sepamos qué hacer luego con ella.

La cosa es que me desvío, y lo hago porque escribo desde las vísceras hoy. Escribo porque ha muerto un albañil, Orlando Zapata Tamayo, a los 42 años de edad, luego de 7 años de presidio por instar a la discusión popular sobre la Libertad, en un país donde la opresión es el pan nuestro de cada día desde hace ya medio siglo.

Escribo porque me asombra que en el Siglo XXI siga habiendo gente presa por pensar diferente (sí, me niego a dejar de sorprenderme por eso, porque si lo vuelvo cotidiano ganan los "opresores"), porque las torturas y vejaciones hacia los individuos y los pueblos sean vox populi y el mundo no haga nada.

Escribo porque me indigna que la vida del albañil, que hoy para mucha gente representa al pueblo cubano en pleno, valga tan poco que no sólo se le deje morir de hambre, sino que los "líderes" de América y otros europeos no consideren esta pérdida en su justa proporción, como una muestra más de la barbarie que se vive en la isla.

Pero no crean que soy tan ingenua, no. No esperaba de Chávez ni una palabra. Y es hasta mejor, porque si decía algo seguramente terminaría echándole la culpa al imperio opresor. De hecho, escuchar a Raúl Castro "En Cuba no hay torturados... bueno sí, en Guantánamo", pues es como oír a Chávez en Copenhague diciendo que en Venezuela JAMÁS se maltrata al pueblo como se repelió la manifestación a las afueras de la Cumbre del Cambio Climático, luego de verlo diciendo que a los estudiantes hay que darles "gas del bueno".

No soy tan ingenua, no. Esperaba una muestra firme de condena de parte de otros dirigentes más afines a la defensa de los Derechos Humanos.

Lula, por ejemplo, estaba en la tierra de Zapata Tamayo cuando éste murió. ¿Ni una palabra, Lula?

Zapatero, quien representa actualmente a todos los países europeos, se encontraba en la IV Cumbre contra la Pena de Muerte que se lleva a cabo en Ginebra. Mejor ocasión, imposible. ¿Ni una palabra sobre la injustificada muerte del albañil cubano, ZP?

El gobierno de EEUU expresa su duelo a la familia, amigos y partidarios de Zapata Tamayo a través de un comunicado del Sub Secretario de Estado. En él recuerda que, hace un par de meses, enviaron otro comunicado al gobierno cubano expresando su preocupación por el estado de salud del opositor y "exigiendo" la liberación de otros 200 presos políticos que actualmente padecen en las pavorosas cárceles del régimen. En serio, ¿es todo? ¿Ni una palabra, Barack?

Pues, yo escribo mi indignación por su silencio, y honestamente, no sé cómo lograrán dormir por las noches, sabiendo que una persona ha muerto tras 7 años de torturas y 86 días de huelga de hambre. No sé cómo dormirán escuchando la voz de su madre, quien no sólo sigue en la isla, sino que tuvo que soportar que el velorio y el entierro de su hijo se convirtieran en focos de vigilancia y represión.

Y sí, es mejor que calle, presidente-comandante Chávez o como prefiera que le llamen. Es mejor que calle, porque estando del lado del "opresor" es muy difícil abrir la boca sin quedar como un fantoche cínico. Aunque no es que crea que eso le quite el sueño, claro. Ya dije que no soy tan ingenua.