martes, 11 de enero de 2011

Yoani: La ventana que da al espejo


Cada vez que leo a Yoani Sánchez me entran escalofríos. Claro que sospechábamos que Venezuela se estaba pareciendo a Cuba, pero es increíble ver, a través de sus historias y vivencias, que más que una posibilidad hace rato que es una realidad.

Historias demasiado parecidas sobre feriados religiosos que se pierden (y que, en el caso de la isla, se están recuperando); anhelos de frutas y productos anteriormente fabricados en suelo propio, y ahora casi desaparecidos debido al alto costo de su importación; gente que dedicó su vida al servicio público y ahora queda sin empleo con la excusa de un recorte, pero cuya plaza ahora llenan varios "amigos del director".

Es increíble lo valiente que es esta mujer. Teniendo tanto qué perder, decide ser fiel a sí misma y dejar de pretender que vive en un país libre donde todo es mejor que en el resto del mundo capitalista. Se enfrenta así al dolor de verse señalada por unos y excluida por otros, y eso no sería tan grave de no tratarse de antiguos amigos.

En un país marcado por la represión, es verdaderamente admirable que una mujer honesta decida llamar las cosas por su nombre, y mostrarle al mundo lo que vive siendo una caribeña atrapada en su propia tierra.

Es escalofriante leer que en este Siglo XXI, aún más cerca de lo que pensamos, hay gobiernos que intentan justificar el apoyo a la criminalización de la homosexualidad; pero es aún más increíble leer las declaraciones de la madre de un estudiante venezolano asesinado: "Esto es Venezuela. No podemos esperar justicia". O sea, sabemos que no encerrarán al que lo mató.

Mientras Yoani y muchos cubanos ven con desconfianza la preparación del régimen para la redistribución poblacional que representaría el que se legalice la libre compra-venta de viviendas, en Venezuela la expropiación es el pan nuestro de cada día. Mientras llegan de Cuba casi un centenar de ex-presos políticos (ahora asilados) a Europa, en mi país se niega el derecho al debido proceso a una jueza que sólo hizo cumplir la Constitución.

Mientras Cuba, poco a poco, comienza a albergar esperanzas de avanzar, de estrechar el hoyo en el que medio siglo de retrasos los ha sumergido, en la "cuna de Libertadores" seguimos cavando el foso.

Me pregunto cuánto tiempo nos tomará darnos cuenta de que, históricamente, se ha comprobado que el desarrollo sustentable, incluyente y socialmente más humano, no se encuentra en ninguna de las direcciones que tomamos como ejemplo. Sólo espero que, para cuando dejemos de cavar, el hoyo no sea imposible de escalar.