viernes, 27 de enero de 2012

La cruz de Rosinés

Cuando yo tenía 14 años seguía siendo una buena niña. Suena muy mal que lo diga yo, pero la verdad es que mis ataques de adolescencia no fueron muy grandes, aunque sí conozco gente que no se aguantaba ni a sí misma en esa época.

Más que sentir rabia hacia mis padres, creo recordar que me avergonzaba un poco de mi familia... No es que tuviera razones, sino que a esa edad me parecían muy chéveres (guays) mis amigos y muy aburridos mis familiares. Y eso que a ninguno de ellos les daba por hablar durante 10 horas sin parar.

En medio de este torbellino mediático que ha significado la foto de la hija de Hugo Chávez, Rosinés, con un manojo de dólares en las manos, he leído mucha indignación, frustración y rabia de parte de los millones de venezolanos que hemos tenido que pasar por la pesadilla de armar las fulanas carpeticas de Cadivi, y mantener -hasta casi subir al avión- la incertidumbre de si nos otorgarán o no la cantidad de divisas estipulada por el gobierno (que no es que nos la dé el gobierno, es que el gobierno nos autorice o no a cambiar nuestro dinero a divisas).

Entiendo perfectamente toda la rabia y la frustración. Soy perfectamente consciente de que la indignación que siente la gente a la que se le ha dicho que tiene un cupo aprobado y luego no pasan las tarjetas en el extranjero, está completamente justificada. He sido víctima del estrés de pasar una noche armando carpeticas para que luego no me den nada... o mejor dicho, no me dejen hacer lo que quiera con el dinero que he ganado con mi esfuerzo. Sin embargo, no puedo dejar de ponerme en el lugar de Rosinés.

Para empezar, esa niña tiene 14 años: uno de campaña y 13 de gobierno del padre, en los cuales se ha encargado de verse más en la televisión que en el espejo. ¿Y su hija? Su hija, la menor y consentida (qué quedará para los demás), ha venido muy bien para uso propagandístico por parte de su padre. "La morrocoya de Rosinés" es famosísima (una mascota criollita que acerca al señor presidente a sus súbditos y lo hace más humano, aumentando su popularidad). "Rosinés se percata de que el caballo del Escudo Nacional va hacia la derecha", y ya tenemos una excusa para cambiar otro de los símbolos patrios, desvinculándonos claramente de todas las gestiones anteriores. "¿Ser rico es malo, papá?", pregunta (supuesta y convenientemente) la niña, dando pie a que su ingenioso y carismático padre aclare algunas dudas que puedan surgir entre sus creyentes...

Ciertamente, Rosinés ha vivido con un lujo que muy pocos venezolanos han podido conocer (me atrevería a decir que ha tenido más lujos que muchísimos de los hijos de los denominados "oligarcas", que supuestamente habían acabado con el país antes de que Chávez viniera a defendernos de ellos). Sin embargo, no deja de ser una adolescente de 14 años.

Criticarla por querer tomarse fotos con Justin Bieber o con Mily Cirus, con un fajo de dólares (de paso, de baja denominación) o en un concierto de Madonna, no es sólo poco ético, sino injusto. Otra cosa es que la niña pueda hacerlo porque el padre ordene que se cumplan todos sus deseos, y allí ya no criticamos a la adolescente, sino al padre. Supongo que si mi padre hubiera tenido el poder para hacer que los de Menudo vinieran a tomarse una foto conmigo, yo habría hecho todo lo que estuviera en mis manos para que se hiciera realidad mi sueño. ¿Y quién no? Que tire la primera piedra, pues.

Esta chama no tiene la culpa de que su padre sea quien es. Los venezolanos somos los responsables de eso. Ella tampoco tiene nada que ver con la postura política de sus progenitores, y es muy injusto que cargue con el peso de no poder actuar como una adolescente más, porque automáticamente se convierte en material propagandístico de la oposición. Seamos serios: ¿no es eso lo que criticamos de los ultra creyentes de VTV?

Critiquemos al padre todo lo que queramos. Él es quien nos ha dicho cómo tenemos que vivir los demás y luego vive de otra manera. Hablemos de su mamá, que no sólo es mayor de edad y ha hecho propaganda junto a él, sino que ahora está súper operada y es catira a la fuerza (rubia de bote), aunque pregone que los pitiyanquis son otros. Denunciemos a viva voz a los ministros, gobernadores y al resto de súbditos privilegiados del presidente, que han usado el dinero de todos los venezolanos para tener más mansiones, terrenos, viajecitos y lujos a cuestas que todos los corruptos de la cuarta juntos (y luego vienen a decirnos que ahora, con el socialismo, no sólo todos somos iguales sino que estamos mucho mejor que antes). Indignémonos con los desgraciados que han puesto armas en las manos de nuestros niños con la delirante excusa de protegernos de una supuesta invasión que nunca ha sido y nunca será. Contra ellos, todo.

Ahora, llamar "mona" a una menor de edad, por actuar como tal y ser hija de quien es, es lo que nos ha hecho estar donde estamos. Por actitudes como ésa es que la pesadilla de gobierno que tenemos sigue teniendo 40% de apoyo luego de 13 años. Ya sé que ellos hacen lo mismo o mucho peor, usando los medios del Estado para burlarse, insultar y hasta amenazar a los que no apoyan al gobierno, pero el que ellos lo hagan no justifica que nosotros también.

Por esto, y no por el miedo que podamos sentir por meternos con la hija del presidente, me gustaría que dejáramos en paz a Rosinés.

Nosotros siempre podemos (al menos por ahora) apagar la televisión y dejar de escucharlo. Ella, pobre, no.

viernes, 13 de enero de 2012

Me harté de los cuentos del presidente y decidí ponerle corazón a Venezuela

Dado que el presidente va ya para 6 (se lee seis) horas consecutivas hablando en lo que debería ser su rendición anual de cuentas en la Asamblea Nacional, y puesto que ya he revisado la vida del mundo entero y más en el Facebook, el Twitter, Youtube y pare usted de contar, he decidido que seguiré con mi vida y publicaré aquí la primera campaña optimista que me ha gustado para estimular la participación de jóvenes en las elecciones de este año.

A todos los que se hayan calado los cuentos de chaquetas prestadas, hijas cuartobates, choferes jubilados, viviendas por construir , celulares vergatarios y todo lo demás que "adorna" de dos horas en dos horas anuncios tipo "cerraremos el Consulado de Venezuela en Miami", mi sentido pésame...



martes, 3 de enero de 2012

¡Feliz 2012!

Foto: José Manuel Quintana


Cuando Sara se despertó aquel 31 de diciembre, podía casi oler el éxito que le rodeaba. Estaba totalmente convencida de que sería el fin de año más perfecto de la historia: ya tenía listo el menú y todos los ingredientes en la nevera, se había asesorado muy bien para poner la mesa más elegante y acogedora del mundo, había preparado unos regalitos especiales para sus 7 invitados.

Por primera vez en la vida, Sara había logrado convocar a tanta gente a la vez y no sólo no estaba estresada, sino que no podía esperar a que todos vieran lo mucho que se había esforzado.

Salió de la cama, se duchó cantando "Hoy me he levantado dando un salto mortal... porque hoy, algo me dice, que VOY A PASÁRMELO BIEN" (de Hombres G), se puso su ropa cómoda de casa, desayunó  y comenzó a arreglarlo todo. Eran las 10:30 am cuando puso manos a la obra.

Poco a poco todo fue tomando forma: La mesa estaba preciosa, las luces del árbol titilaban acompasadas, cada regalito estaba sobre el plato de cada invitado... "Las 12:00", pensó. "Es hora de sacar el pato de la nevera y especiarlo".

Cuando terminó de almorzar (o comer, según se entienda), recibió el mensaje de texto que todo anfitrión novato teme: "Sari, Ricardo no se siente bien y no sabemos si se recuperará para la cena. Yo te aviso cualquier cosa".

Sara respiró profundo, intentó calmarse y no darle muchas vueltas. "Yo te aviso cualquier cosa"... ¿Por qué no le dicen que no van y ya está? ¿Y por qué esperan hasta las 3:00 pm para avisarle? Ahora la mesa se descuadrará, la comida sobrará y las parejas que no se llevan tan bien tendrán que hablar durante la cena. ¡Sabía que debía invitar a Nora y Alberto en lugar de estos dos!

Pero, determinada como estaba a pasar una velada perfecta, Sara meneó la cabeza, retiró dos platos y sus correspondientes cubiertos y vasos de la mesa, intentó que quedara igual de elegante y acogedora(aunque ya no sería tan elegante), y fue directa a la cocina donde comenzó a cortar las naranjas que irían con el pato en el horno. Eran las 3:30 pm cuando sintió el ardor del cuchillo clavado en su dedo índice izquierdo y, acto seguido, comenzaron a teñirse de carmesí las naranjas.

"%#$&%$/%&/$%#&/%/&(%$$", pensó, mientras corría al baño para alcanzar el botiquín que evitaría que el desastre colorado siguiera esparciéndose por la casa. Se puso alcohol, una curita (o tirita) y comenzó a limpiar las gotas que delataban su travesía de la cocina al baño.

El día se empeñaba en no ir como debía, pero eso no detendría a esta anfitriona. Se concentró en la ensalada, y estaba a punto de terminarla cuando recibió otro mensaje de texto. Sara vio el celular con la desconfianza de quien espera malas noticias, y con la convicción de que ellas no arruinarán su ánimo. "Sarita, lo siento mucho amiga, pero no podremos ir. Espero que te vaya genial y que el 2012 sea maravilloso. Un besito". No, no eran Paloma y Ricardo sino Jesús y Amelia.

Eran las 7:00 pm cuando Sara volvió a tener conciencia de sí. Estaba poniendo los entremeses sobre la mesa, que ahora parecía enorme y por lo tanto ya no había nada de acogedora en ella. Faltaban 2 horas para que los 3 invitados que quedaban aparecieran, y aún faltaba mucho por hacer.

Una vez comprobado que el postre estaba bien cuajado en la nevera, que las uvas estuvieran peladas y colocadas en envases individuales de 12 unidades, que el puré de castañas estaba en su punto y que el champán estuviera en la parte más fría de la nevera, Sara pensó que era hora de comenzar a arreglarse. Eran las 8:00.

Estaba a punto de aplicarse el brillo labial (lo último que se pone una mujer cuando se arregla), cuando sonó el timbre. La pareja que seguía en pie era aburridamente puntual, y Andrés, el novio de Sara, no aparecería en un rato. Sara obvió la incomodidad de atender a los invitados ella sola (los había conocido a través de Paloma y Ricardo, y ahora que ellos no venían se daba cuenta de que no tenía nada en común con ellos) y puso la mejor de las sonrisas cuando abrió la puerta.

Cuando, finalmente, apareció Andrés, ya Carla y Guillermo habían tomado un par de cervezas de aperitivo, se habían comido casi la mitad de los entremeses y miraban con ansia la ensalada. Eran las 10:30 pm cuando Sara miró con horror a un Andrés sudado, con la ropa sucia y las manos negras. "Disculpa, Sara... se me pinchó el caucho viniendo para acá". Sara respiró profundo, de nuevo, e intentó guiarlo hasta el baño evitando que tocara cualquier cosa en la casa.

11:00 pm. Andrés está limpio (o al menos las manos), los invitados están en la mesa y ya es hora de comenzar a cenar. Lamentablemente, el optimismo de Sara se vio totalmente aplastado por la súbita aparición de la curita en la ensalada de Carla. Sara está totalmente avergonzada al verse el dedo cortado y recordar que no tiene la curita desde que "perdió la razón", pero espera compensarlo con su pato al horno. Es la primera vez que cocina y... "¡El pato!". Sara corrió a la cocina como si de esos instantes dependiera que el pato se hiciera o no, y en el proceso se enganchó al mantel, llevándose toda la mesa con ella y salpicando a los invitados con vino, ensalada y restos de entremeses.

Cuando sonó la última campanada, hacía rato que todos se habían devorado las uvas. Aunque Sara quería meterse en una cueva y no salir nunca más de ella, el grupo decidió que no recibirían el año con mala cara, que para eso habían evitado cenar con sus familias. Convencieron a Sara de salir, así de mamarrachos como iban, a cenar al primer McDonald´s 24 horas que encontraran en el camino. Se llevaron la champaña y bebieron, rieron y escucharon música desde el carro como cuatro adolescentes. Nunca habían piropeado tanto a Sara como esa noche en la calle (era la única que no tenía ensalada encima y se había arreglado bastante bien).

Para cuando todo terminó, Sara había tenido un fin de año genial. Las historias que compartieron con Carla y Guillermo esa noche los unieron muchísimo y todos coincidieron, años después, en que de no ser por la curita, el pato crudo y la ensalada voladora nunca hubieran pasado un año nuevo tan a gusto. Se hizo tradición recibir el año juntos, aunque fue unánime que no fuera Sara la anfitriona (o al menos, sin supervisión).

Moraleja: Esto es ficción. Es fácilmente reconocible porque de haber pasado en la realidad, Sara hubiera sido mundialmente conocida como "La amargada de fin de año". Este final tan incoherente fue escrito con un propósito educativo, y es éste: Todos sabemos que el 2012 seguirá siendo una $#$%# con la crisis y esas cosas, pero que eso no nos impida disfrutarlo igual.

¡FELIZ AÑO NUEVO!