lunes, 22 de noviembre de 2010

Reflexiones de una emigrada caraqueña





Tengo 28 años y he vivido una protesta general con saqueos e incendios incluidos (Caracazo, 27/02/1989), tres intentonas de golpe de Estado (4/02 y 27/11/1992 y 11/04/2002), un paro nacional (12/2002), un terremoto (12/09/2009), guarimbas, ataques a marchas pacíficas, desbordes de quebradas, tormentas tropicales y granizos... todo en Caracas -y eso que no estaba ahí para la tragedia de Vargas (15-17/12/1999).

Podrán imaginarse que debería ser normal que me sienta como un mono de circo al hablar con los panas valencianos (de España, claro), quienes ven las protestas sindicales por televisión y se maravillan al ver las réplicas a escala de las armas de guerra.

A ratos me siento bien al decirles "¿y se quejan de eso? No han visto nada..." a un grupo de casi cuarentones que terminan por excusar su falta de experiencia en eventos violentos o desastres naturales.

Luego me doy cuenta de que no es un juego.

En Venezuela, la esperanza de vida (según cifras oficiales) es de 74 años, la mortalidad en niños menores de 5 años en 2009 (según la base de datos del Banco Mundial) fue de 1,8% y hubo 10.295 asesinatos en 2004 (datos de la Organización Mundial de la Salud).

En España, la esperanza de vida es de 81 años, la mortalidad infantil en 2009 fue de 0,41% y hubo un total de 600 homicidios en 2004 (las fuentes son las mismas que arriba, respectivamente).

No es gracioso darse cuenta de que estamos acostumbrados a la violencia, y descubrir que sabes más sobre tácticas para evitar ser robado, secuestrado o disparado que sobre literatura.

No recuerdo la última vez que me sentí orgullosa de una cifra que represente a mi país ante el mundo. Tal vez fue la cantidad de venezolanos que juegan actualmente en las Grandes Ligas, aunque a pocos les importa ese deporte fuera de EUA y el Caribe. Igual lo digo para que le suba un poquito el ánimo a quien lo entienda: Félix Hernández ganó merecidamente el Cy Young.




Me gustaría poder dar una imagen diferente. Amo a mi país y me duele saber de gente talentosa que sale a buscar nuevos rumbos porque no son apreciados en él. Me duele escuchar infinitas veces el lamento: "¿Eres de Venezuela? ¡Qué lástima! Podría ser el país más rico del mundo".

Me gustaría poder plantearme el vivir allí y hacer mi vida y tener mi familia en el lugar donde crecí: al lado del Ávila, comiendo hallacas en diciembre y oyendo a Simón Díaz mientras desayuno arepitas con mantequilla y queso rayado por la mañana.

Pero honestamente, me agrada más poder caminar sola por las calles sin el nerviosismo de la hora que es o del peligro que corro. Me gusta tener miles de posibilidades a la hora de elegir el café donde me quiero sentar para relajarme un rato mientras leo el periódico en plena calle.

Me gusta ver los perros que llevan al sitio donde sus dueños se toman una cerveza y conocen a otros dueños de perros que también se trajeron a sus mascotas. También me gusta poder usar mi bicicleta (o alquilar cuantas quiera al año por una cuota fija) como medio de transporte, y que la política sea uno más de los miles de temas disponibles para conversar con amigos y conocidos.

Por ahora, tendré que conformarme con comer arepas con mantequilla y pechuga de pavo, incursionar en el enigmático arte de hacer hallacas y suspirar viendo fotos del Ávila desde la distancia.

Tengo 28 años, y ya era hora de saber lo que es vivir realmente en paz.

Zhandra Zuleta.-

5 comentarios:

Adry dijo...

Oí por ahí algo tan cierto que me dan escalofríos...

El mayor producto de calidad de exportación en Venezuela no es el petroleo... es el de cerebros venezolanos...

Casi podríamos decir como aquel determinante grafitti argentino: "el último en irse que apague la luz"


:(

Lo peor es que con buenas gestiones este país tiene para encandilar de tanto brillo...

pero cuando son malas y eternas...

empezamos a enlodarnos

Zhandra Zuleta dijo...

Sí amiga, da escalofríos esta frase tan cruda como cierta.

Con tu permiso, aquí va la traducción:

"Olviden los minerales, el petróleo y el gas natural. La mayor exportación de la revolución bolivariana es el talento".

Es de un artículo del 1 de julio de 2009 en "Newsweek", cuyo autor lamentablemente no conseguí.

En él hablaba de que aproximadamente un millón de venezolanos con títulos universitarios habían emigrado, y nombraba unas cifras altísimas de jóvenes venezolanos y bolivianos con planes o en proceso de emigrar.

Ahí también resaltaba el problema que eso representa luego para una posible y futura recuperación de la economía y de la sociedad del país, hablando del caso de Argentina después del corralito.

Es triste, pero totalmente cierto.

Rutas Latinas dijo...

Pues me quedaré a oscuras que coño...

Zhandra Zuleta dijo...

Tiene sus ventajas estar en casa, Informal... sobretodo en fechas como estas.

Además, no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, y estoy segura de que algún día Venezuela volverá a estar mejor que cualquier otro país, y eso no será posible sin gente capaz, con espíritu de lucha y muchísimas ganas de superarse que seguro nos recibirán con los brazos abiertos de nuevo, valorarán nuestras experiencias y no tendrán problema en adoptarlas para mejorar la calidad de vida de los venezolanos ;)

Rutas Latinas dijo...

Sobre todo porque se sabe que cualquier democracia seria en el mundo está compuesta por varios matices que la ser lo que es, la vía en la que se deben escuchar la voz de todos. Siempre perfectible obviamente. Jamás de los jamases, la adopción de un solo matíz como la vía única y veraddera, en el que haya que desaparecer a quienes se opongan. Besitos y tranquila, la oscuridad, ya lo vimos en star wars, no puede más que la fuerza!