lunes, 8 de noviembre de 2010

La otra España



Debo reconocer que cuando vine acá tenía una concepción muy diferente de España y de los españoles.

Para empezar, y en esto culpo en parte el haber estudiado toda mi infancia en La Candelaria, en mi cabeza los españoles eran personas muy católicas, trabajadoras, conservadoras y amantes del fútbol.

La mujer española no tenía ningún problema en quedarse en casa criando a sus hijos, mientras los hombres traían el pan a la mesa. El sexo antes del matrimonio era un pecado capital. Los domingos iba toda la familia a misa y los niños eran, básicamente, unos "Manolitos" cualquiera (así que a Mafalda también le salpica un poco la culpa de mi distorsionada visión).

Luego fui leyendo noticias: España se iba haciendo acreedora de importantes elogios en cuanto a medicina, seguridad social y urbanismo, todo acompañado con el incomparable gusto a paella, la pasión por los toros y el flamenco metido en los huesos.

Y no podía imaginar a un español que no se ufanara de tener sangre gitana, ni una española que no se enamorara de su príncipe y soñara todas las noches con ser Leticia.

No podía estar más equivocada.

Resulta que en España, la cotidiana, no soportan que los vean como la típica imagen de tienda de souvenir: el torito, la bailaora y la paella.

Es "guay" (chévere, fino, está de moda...) ser de izquierdas y por lo tanto, no les gusta que venga el Papa (aunque Zapatero sí va a misa con Obama, para recibir al Papa estaba muy ocupado), los homosexuales tienen más derechos legales que en Venezuela (se pueden casar) y el movimiento feminista es tan popular que hasta tuvo un ministerio (en realidad era de la Igualdad, pero sus funciones eran básicamente feministas, y tuvo que ser eliminado debido a la crisis).

Hay una llamada "Generación Ni-Ni", conformada por algunos adolescentes que no quieren ni estudiar ni trabajar: viven descaradamente de sus padres y encima los mandonean, cuando no insultan o golpean.

Gracias a la crisis, los afortunados que consiguen empleo lo valoran, pero antes de esto hubo un período de opulencia en el que una gran parte de los españoles no podía imaginarse realizando ciertos trabajos (en general, en el sector de la construcción), por lo que estas actividades terminaban siendo desempeñadas por inmigrantes (en su mayoría, suramericanos).

En el Mundial de fútbol, algunos restaurantes y tascas españolas sólo mostraban los partidos de La Roja, mientras que otros ni siquiera eso. Si un restaurante proyectaba el resto de los partidos, era muy probable que fuera de dueños argentinos, irlandeses o uruguayos.

Los gitanos son una raza fácilmente reconocida por ellos (a mí me resulta más difícil identificarlos), y lejos de ser un orgullo, son un dolor de cabeza para la mayoría de los españoles por su eterna negación a adaptarse a las reglas establecidas.

En ciertas comunidades autónomas, ser español no es precisamente un adjetivo sino un insulto, y por supuesto, en la final de fútbol le iban a Holanda. Hay otros españoles que no sienten absolutamente ninguna afinidad con ese deporte, y tampoco ven el tenis, ni el básket, ni la Fórmula 1, ni el motociclismo (en todas estas disciplinas, hay/ha habido españoles campeones).

El sentimiento regionalista está mucho más marcado de lo que podía yo imaginar (o entender). La paella es valenciana, la fabada asturiana y el Real Madrid es sólo de Madrid (para el resto de los españoles, representa al franquismo). Y el rechazo a la "etiqueta ibérica" ha llegado al punto de prohibir (en Catalunya) las corridas de toros, a pesar de que éstas siempre han conseguido llenar la Plaza de Barcelona.

La realeza vende en la prensa rosa, pero en general, no tienen problema en burlarse de la manera de hablar del Rey, o de un personaje muy particular que es la Duquesa de Alba.

Por supuesto, todo esto no es más que mi visión actual, reducida al ámbito de la Comunidad Valenciana y la prensa nacional. No digo que esté bien o que esté mal, sólo que me asombra lo increíblemente diferente que es de lo que tenía esperado encontrarme aquí.

También he de decir que he tenido conversaciones muy interesantes sobre la situación política en Venezuela, y me ha sorprendido gratamente lo informados que están algunos de mi país.

He sentido empatía y me he reconocido a mí misma en la preocupación que algunos españoles manifiestan por la inmadurez electoral de algunos sectores del país.

Y tal vez por la influencia de otros dialectos muy parecidos al español (aunque no iguales, claro), he de decir que en la cuna de Cervantes, los errores ortográficos y redundancias en el habla abundan.

4 comentarios:

Adry dijo...

Que complejo!!!

se me vienen muchas ideas a la cabeza... pero no sé...

Mejor me quedo pensandolo un ratito

Besos

Zhandra Zuleta dijo...

Jeje tranquila, amiga...

La complejidad no siempre es mala, no? :S

Muak!

Rutas Latinas dijo...

jeje es como si un español viniera a enamorado de Caracas o Venezuela porque la revisitó en algún libro de Karl Weidmann... Tremendo platanazo se llevaría al salir de Maiquetía! y eso me parece temendo de todas las experiencias, poder descubrir qué tan lejos o cerca estaba uno, y sus pensamientos, y sus prejuicios ;)

Zhandra Zuleta dijo...

Es cierto, Informal. Los prejuicios y estereotipos normalmente parten de una versión cierta, pero podrían perfectamente caducar sin que nadie se moleste en corregir "la imagen".

Me asusta un poco esto, sobretodo porque a Colombia esto de los estereotipos le ha salido muy caro.

Aún hay mucha gente que lo percibe como un país peligroso, asociado con la guerrilla y el narcotráfico... Sin embargo, es más seguro que Venezuela, más limpio, mejor explotado turísticamente y en general, más "vivible".

Lo que me asusta es que a Venezuela también se le asocie con la inseguridad, la violencia y las guerrillas, y que esta fama nos cueste muchos años de turistas que se desvían a otros rumbos, de inversores que ni miran las cifras o de gente sensible y preparada que termine yéndose a enriquecer otros países.

En fin, un besito!