sábado, 30 de diciembre de 2017

Un cuento de Navidad criolla

Maduro despertó con unos ruidos de cadenas. "Pero ¿¡quién diablos se atreve a despertarme, a mí, primer combatiente, hijo del Comandante Supremo y líder actual de la Revolución bonita?!", pensó.

-¡Cállate!- le dijo una voz que le resultó familiar.
-Pero si no he hablado...- balbuceó, un poco contrariado.
-¡Que te calles ya!- ordenó, contundente, la voz. -Estoy aquí para que salgas de la cama y muevas todos tus kilos donde yo te diga.

Quiso protestar, llamar a su guardaespaldas y que se llevara de ahí al que había osado despertarle, y encima le gritaba sin pudor. Quiso amenazarlo con acusarlo de complot y terrorismo, pero no pudo. Algo en esa voz le daba escalofríos, lo hacía sentir débil y vulnerable, le recordaba los tiempos en los que no era nadie.

-¡Que salgas de la cama, te dije ya!- volvió a gritar la voz, y de un brinco, Nicolás obedeció, topándose de frente con una imagen que lo hizo temblar.

Allí, estoico y con un aura blanca rodeándolo, se vio a sí mismo de niño. Quien un día fuera un carricito feliz, bailando salsa y cumbia sin preocupaciones, sin más aspiraciones que las de cualquier mortal de siete años, ahora levitaba en su cuarto, mirándolo claramente enfadado e inmune a  sus amenazas.

Aturdido, Nicolás decidió recurrir a sus encantos:

-¡Épale, chamito! ¿Cómo está la vai...?
-¡Que te calles, imbécil! Vamos, mueve el trasero que nos vamos de aquí.

Nicolás pensó que debería llamar a sus escoltas, ponerse el chaleco antibalas y llamar al chofer del blindado, pero antes de ponerse en acción, su pequeño visitante lo agarró por la muñeca y lo transportó por un bucle rarísimo hasta una casa caraqueña. Allí sintió un escalofrío recorrerle toda la espalda: una niña claramente ilusionada, escribía la carta al Niño Jesús con la ayuda de su padre, mientras su madre y sus hermanos decoraban un árbol de Navidad muy grande.

-Querido Niño Jesús: Espero que estés bien y que 1980 sea un buen año para ti. Yo me he portado bien...- hizo una pausa tras el carraspeo de su padre- ...en general, y me gustaría que me trajeras unos patines, una muñeca de esas que se les cambia el pañal y traen un tetero, y una casita de la Barbie.

-¡Ah!- suspiró aliviado Nicolás- ¡Es 1980! Ya decía yo que la ropa era rara, y había mucho espíritu navideño en esa casa...

Su guía lo miró con indiferencia. -Vamos-. Lo tomó otra vez por la muñeca y aparecieron en otra casa, esta vez de un pueblo, donde una numerosa familia trabajaba claramente organizada haciendo las hallacas. La abuela hacía el guiso; las madres y tías, la masa; los primos mayores ensamblaban y envolvían, y los menores, como todo el mundo sabe, cerraban con el pabilo.

-¡Esta rumba sí está buena!- se le escapó a Nicolás, que se disponía a echar un pie con las gaitas que sonaban de fondo, cuando Nico lo sacó de esa casa y lo llevó a un centro comercial.

Nicolás recordó entonces que las familias solían ir de tour por los centros comerciales, que se vestían de gala para ser elegidos como los que mejor decoración navideña tenían. Gente comiendo en restaurantes, comprando los estrenos del 24 y del 31, preparando sus viajes para recibir el año en la playa o cruzando el charco...

-Esto sí que está muy mal. El capitalismo salvaje...
-¡Cállate! Tú eras el que más disfrutabas con las luces de Navidad, y no te quejabas cuando El Niño Jesús te traía los regalos que pedías. ¿De dónde crees que salieron tu carro favorito y tu pelota y bate de béisbol? Te doy una pista: ¡No vinieron de un taller en el Polo Norte!

Nicolás se quedó en shock. Recordó lo mucho que le gustó recibir su carro y las tardes que pasó en la calle jugando béisbol con su bate nuevo...

-Eres un impostor -prosiguió, inclemente, Nico-. Has estafado a la gente haciéndoles creer que eres digno de ser hijo de Stalin, cuando en realidad eras tan normal como cualquiera, y hasta tenías una clara preferencia por el CCCT cuando se trataba de puntuar a la mejor decoración navideña.

-¿Yo? Yo... -balbuceó, sabiendo que no podía engañar al carricito.
-Sí, tú, tú. Déjate de sandeces y vamos al último destino.

Aparecieron en una calle cualquiera, donde los vecinos y sus hijos tiraban cohetes, tumba ranchos, triquitraquis y otros fuegos artificiales.

Esta vez, la versión infantil de Nicolás no dijo nada. No hizo falta que le recordara lo mucho que disfrutaba de los fuegos artificiales de niño, sin pensar en el consumismo ni en el daño a las mascotas, excusas que ahora le vienen bien para justificar la ausencia de pirotecnia.

Con cada "bum", con cada figura de colores, con cada risa de los vecinos, Nicolás iba sintiendo más y más vergüenza.

-¿Quieres ser recordado como el que prohibió esto? -preguntó Nico, apelando al ego de su yo actual-. Vas por buen camino.

Tomándolo de la muñeca, lo llevó hasta su cama, donde Nicolás despertó sudando, llamando a sus guardaespaldas para corroborar que estuvieran ahí, y llamando a Delcy para informar a la ANC de que a partir de ahora, por decreto presidencial, estaba prohibido que el Primer Combatiente tuviera pesadillas.

-Chamo, tú no has oído nunca lo de "pan y circo", ¿verdad? -dijo otra voz conocida.
-¡Comandante Supremo! -exclamó, entre sorprendido y preocupado, como quien está viendo el Facebook cuando entra el jefe en la oficina.
-Vente, Nicolás. Vamos a dar una vuelta.
-Espere y llamo al guardaespal...

No terminó. El finado lo había llevado a una casa de Maracaibo, donde pasaron la nochebuena sin luz.

-¡Vergación! ¡¿Hasta cuándo el trimardito Maduro jodiendo la paciencia?!- exclamaba un hombre, mientras intentaba encender un par de velas.
-Hasta que el pueblo se arreche de verdad y salga a quemar Miraflores- respondió otro hombre, algo mayor, quien logró que un frío intenso le recorriera el cuerpo a Nicolás.
-¡¿Qué más arrechera se le puede tener a ese carajo?! ¡Ya ni su madre lo quiere!

El finado, con cara de padre decepcionado, miró a Nicolás y le dijo:

-Pan y circo, chamo. No se puede dormir tranquilo si la gente pasa trabajo y ya no cree que el culpable sea el imperio o los empresarios.
-¡Pero si estoy siguiendo sus pautas!
-Sí, chamo, pero de vez en cuando hay que saber dar un pasito para atrás. Tú que eres tan buen bailarín, deberías saberlo.

El finado tomó de la muñeca a Nicolás y lo llevó a una zona comercial de Ciudad Bolívar, donde estaban saqueando.

-Míralos- le dijo. -Ni siquiera llevándose lo que quieran y sabiendo que se saldrán con la suya están felices.
-No entiendo por qué. Es el hombre nuevo, ¿no? Me están ayudando a eliminar el consumismo propio del capitalismo salvaje que se nos impuso durante 40 años de opresión...
-Ahórrame el discursito, Nicolás. ¿O ya se te olvidó que lo inventé yo?

El finado agarró la muñeca de Nicolás y lo llevó a la Plaza de Toros de Valencia, donde tiraban juguetes a diestra y siniestra y se armó una sampablera.

-¡Coño! ¡Estos militares sí son brutos, vale! ¡Yo me voy de aquí antes que me maten al carajito!
-Siempre igual, no joda. Al menos hoy sí que trajeron los juguetes. Nos vemos en la redoma pa' protestá. Yo quiero mi "cla" es ya.
-¿Y los perniles?
-Esos se los comieron ya los policías, marico. Uno como un güevón esperando su vaina y ellos ahí hartando.
-Esta vaina se puso fea. Me voy pal coño. ¡Maduro mamagüevo!

Los ojos de Nicolás desprendían desprecio.

-Te dejé al hombre nuevo bien entrenadito, Nicolás. Dependiente, sin autoestima y sin dignidad. ¿Y qué haces tú? Vas y la cagas.
-¡Cuerda de malagradecidos! Encima de que les doy...
-El problema no es que les des, sino que tienes que organizar la vaina mejor para que no les mates a los carajitos mientras se pelean por juguetes voladores. Sigamos.

De nuevo, muñeca y directos a "La Tumba", donde un par de estudiantes presos hablaban entre sí:

-Cuando salgamos de aquí, vamos a llevar a Maduro a La Haya.
-Si es que salimos de aquí...
-¡Eso sí que no, compadre! ¡No se me venga abajo que entonces sí que ganan ellos!
-Es verdad, perdona. A veces pienso que debí firmar esa declaración diciendo que Ledezma era terrorista, pero luego recuerdo que solo hubiera servido para estar igual aquí, pero sabiéndome un mentiroso traidor.
-Es así, compadre. Es así...

El finado vio la ira y el desprecio de Nicolás en su cara:

-Se te ve el plumero, Nicolás. No has podido ni siquiera romper el espíritu de un par de estudiantes que llevan dos años presos sin juicio, acusación formal ni visitas familiares. Ni siquiera han visto la luz en los últimos seis meses y ahí están, sin decir palabra. Cada minuto que pasan aquí es una línea más en tu expediente de delitos de lesa humanidad, y ni siquiera has podido sacarles una piche firma...
-¡Son terroristas! ¡Lo dice el TSJ y la ANC!
-Bueno, a ver si te pones las pilas con ambos organismos, no vaya a ser que te echen una vaina...
-¿¡Qué?! ¿Qué quiere decir con eso, mi Comandante? No estará sugiriendo que...

El finado no dijo nada más. Nicolás despertó sudando, tembloroso y sin saber qué hacer. El fantasma de la Navidad futura decidió no aparecer tras la conversación de Nicolás con Cilia:

-Cilia, ¡despierta!
-¿Qué pasa, vale? ¿Otra vez te cayó mal la empanada?
-No, Cilia, ¡estoy asustado! La gente no me quiere... ¿y si les da a los nuestros por echarnos una vaina? ¿Y si la oposición se organiza y nos tumba?
-Tranquilo, Nicolás. Los nuestros tienen demasiado rabo de paja como para echarnos una vaina, y la oposición... Sigue siendo la misma. No confían ni en ellos mismos, ¿qué van a estar organizando nada?

Nicolás dudó un momento, pero la verdad es que no tenía de qué preocuparse, así que volvió a su cama y descansó todas las noches como un lirón.

Por ahora.


sábado, 27 de mayo de 2017

Los tiempos modernos de Venezuela



Una tarde en un café de Sabana Grande, en una de nuestras acostumbradas tertulias, el Flaco me dijo que la historia de la humanidad estaba dividida entre tiempos revolucionarios, de avance y conquistas importantes, y tiempos de pasividad, de apatía y de dejarse llevar por el status quo. Era 1997 o 1998. No teníamos ni idea de lo que nos vendría tan solo un par de años después.

Cada vez que siento que los acontecimientos nos avasallan, que una barbarie de hace dos días parece una cosa "del pasado" porque ayer hubo otra y hoy otra aún peor, recuerdo esa conversación. El Flaco y yo compartíamos esa decepción de quien no tiene historias de lucha, de conquista de derechos y de valentía y solidaridad por encima de la represión y la dictadura para contar a sus nietos.

Aunque muchas veces he pensado que estábamos locos, que no sabíamos lo que decíamos y que ser conocidos solo por el Miss Universo, el petróleo y los buenos beisbolistas era lo mejor que nos había podido pasar, no falta ese recuerdo en mi mente cuando veo a estos jóvenes de mi país, a estos Valientes que lo arriesgan todo por su libertad y su futuro, a estos niños que llevan el heroísmo en la sangre, luchando con sus escudos y sus cascos por nuestra democracia y nuestra dignidad. Cuando veo a quienes los acompañan: los médicos, los viejitos, los profesores, las mujeres, los artistas...

Me gustaría estar ahí, en ese café de Sabana Grande, para sentarme con ese par de adolescentes decepcionados y decirles: "Tranquilos que vivirán las batallas más heróicas de nuestra historia reciente. Desearán ver menos noticias de Venezuela en la prensa internacional, pero valdrá la pena porque los nuevos héroes están aún -literalmente- en pañales; porque llorarán todos los días de indignación, pero también de esperanza; porque aprenderán todos a valorar de nuevo la Libertad". 

Ha sido una lección larga de aprender, pero nos está dejando una juventud consciente de sus derechos y obligaciones, un país cada vez más unido y un orgullo cada vez más imparable. 


No me cabe duda de que mi país, el grande y solidario, triunfará muy pronto, ¡y pobre de quien intente someterlo de nuevo a una tiranía!

#HagamosQueValgaLaPena


viernes, 6 de enero de 2017

Lo positivo de 2016

Comenzamos el año con el agrio sabor del anterior aún en nuestras bocas. Mientras preparábamos las uvas, compartíamos en familia nuestros propósitos para los próximos 12 meses o recibíamos los regalos de los Reyes Magos, el mundo seguía estremecido con la crisis de los refugiados, con atentados en Turquía y Alemania, la sombra de la xenofobia y el extremismo acechando Europa y Estados Unidos, miles de voces exigiendo en Latinoamerica #NiUnaMenos y, por supuesto, con las desgarradoras palabras de despedida de las miles de personas atrapadas en Aleppo.

Comenzamos un nuevo año en un mundo conmocionado, lógicamente, pero también lleno de esperanza, aunque parezca imposible. Con tantas malas noticias y tantos peligros en el horizonte, a veces olvidamos que también existen las buenas nuevas. En nuestro planeta todos los días las hay, aunque muchas veces no nos enteremos.

Salud por esos pequeños pasos que nos hacen avanzar, y por las personas que se detienen, ven lo que ocurre a su alrededor, se preguntan qué pueden hacer para ayudar y, sin cámaras delante, simplemente lo hacen.

Que este 2017 sea mejor para todos.