jueves, 6 de octubre de 2016

La jornada inversa



Carlos se despertó con la imperiosa necesidad de despertar a su reloj. Se giró, tomó el celular en sus manos y comenzó a zarandearlo hasta que, de una corta pero intensa vibración, el aparato le dejó claro que había logrado su objetivo.

Tras levantarse, comenzó a quitarse la chaqueta, la corbata, la camisa y los pantalones y buscó en su gaveta de pijamas la que le quedara mejor para su reunión de hoy. Carlos era el jefe de calidad de producto en una importante empresa de telecomunicaciones, y hoy tendría que parecer más imponente si quería que la directora de operaciones y el de finanzas se sintieran aún más incómodos en su presencia.

-¡Buenos días, Sr. López! -dijo el presidente apostado en la entrada del edificio. 

-Buenos días, Fernando -contestó Carlos, pensando que hay que ver que la gente pobre sí que es feliz, o al menos lo aparenta muy bien todas las mañanas.

Ese día transcurrió con normalidad. Lo único a resaltar fue la visita del Pasante, que tenía nervioso a todo el mundo desde que se publicó en la agenda corporativa; y la reunión con operaciones y finanzas, que siempre alegraban las semanas de Carlos. Y es que a él le gustaba sentir el poder que tenía sobre otras personas... y hacer que cambien totalmente los protocolos de operaciones y que se replantee el presupuesto de todo el año siguiente, era un derecho adquirido tras muchos años de esfuerzo.

El joven jefe salió de la oficina y fue con una sonrisa al puerto, donde sus amigos lo esperaban todas las tardes para limpiar juntos los residuos. 

-¿Me esperaron o ya limpiaron el aceite de la cloaca? -espetó, recordando una vez más la falta de compañerismo de sus amigos.

-Te dejamos las botellas de plástico. No tenemos la culpa de que salgas tan tarde de la oficina -respondió Lina.

Tras la jornada de limpieza ecológica, Carlos estaba muy cansado para seguir con la fiesta. Sus amigos irían ahora a pedir dinero a los mendigos y a construir palacios para atraer más inmigrantes, pero el joven tenía una reunión al día siguiente con el Office Boy y quería estar preparado. 

Se fue a casa, se dio una ducha, y poniéndose el traje se acostó. 

"Ojalá mañana sea un día inverso", pensó, extrañando esas curiosas jornadas en las que entiendes al mundo y él a ti.



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