martes, 3 de enero de 2012

¡Feliz 2012!

Foto: José Manuel Quintana


Cuando Sara se despertó aquel 31 de diciembre, podía casi oler el éxito que le rodeaba. Estaba totalmente convencida de que sería el fin de año más perfecto de la historia: ya tenía listo el menú y todos los ingredientes en la nevera, se había asesorado muy bien para poner la mesa más elegante y acogedora del mundo, había preparado unos regalitos especiales para sus 7 invitados.

Por primera vez en la vida, Sara había logrado convocar a tanta gente a la vez y no sólo no estaba estresada, sino que no podía esperar a que todos vieran lo mucho que se había esforzado.

Salió de la cama, se duchó cantando "Hoy me he levantado dando un salto mortal... porque hoy, algo me dice, que VOY A PASÁRMELO BIEN" (de Hombres G), se puso su ropa cómoda de casa, desayunó  y comenzó a arreglarlo todo. Eran las 10:30 am cuando puso manos a la obra.

Poco a poco todo fue tomando forma: La mesa estaba preciosa, las luces del árbol titilaban acompasadas, cada regalito estaba sobre el plato de cada invitado... "Las 12:00", pensó. "Es hora de sacar el pato de la nevera y especiarlo".

Cuando terminó de almorzar (o comer, según se entienda), recibió el mensaje de texto que todo anfitrión novato teme: "Sari, Ricardo no se siente bien y no sabemos si se recuperará para la cena. Yo te aviso cualquier cosa".

Sara respiró profundo, intentó calmarse y no darle muchas vueltas. "Yo te aviso cualquier cosa"... ¿Por qué no le dicen que no van y ya está? ¿Y por qué esperan hasta las 3:00 pm para avisarle? Ahora la mesa se descuadrará, la comida sobrará y las parejas que no se llevan tan bien tendrán que hablar durante la cena. ¡Sabía que debía invitar a Nora y Alberto en lugar de estos dos!

Pero, determinada como estaba a pasar una velada perfecta, Sara meneó la cabeza, retiró dos platos y sus correspondientes cubiertos y vasos de la mesa, intentó que quedara igual de elegante y acogedora(aunque ya no sería tan elegante), y fue directa a la cocina donde comenzó a cortar las naranjas que irían con el pato en el horno. Eran las 3:30 pm cuando sintió el ardor del cuchillo clavado en su dedo índice izquierdo y, acto seguido, comenzaron a teñirse de carmesí las naranjas.

"%#$&%$/%&/$%#&/%/&(%$$", pensó, mientras corría al baño para alcanzar el botiquín que evitaría que el desastre colorado siguiera esparciéndose por la casa. Se puso alcohol, una curita (o tirita) y comenzó a limpiar las gotas que delataban su travesía de la cocina al baño.

El día se empeñaba en no ir como debía, pero eso no detendría a esta anfitriona. Se concentró en la ensalada, y estaba a punto de terminarla cuando recibió otro mensaje de texto. Sara vio el celular con la desconfianza de quien espera malas noticias, y con la convicción de que ellas no arruinarán su ánimo. "Sarita, lo siento mucho amiga, pero no podremos ir. Espero que te vaya genial y que el 2012 sea maravilloso. Un besito". No, no eran Paloma y Ricardo sino Jesús y Amelia.

Eran las 7:00 pm cuando Sara volvió a tener conciencia de sí. Estaba poniendo los entremeses sobre la mesa, que ahora parecía enorme y por lo tanto ya no había nada de acogedora en ella. Faltaban 2 horas para que los 3 invitados que quedaban aparecieran, y aún faltaba mucho por hacer.

Una vez comprobado que el postre estaba bien cuajado en la nevera, que las uvas estuvieran peladas y colocadas en envases individuales de 12 unidades, que el puré de castañas estaba en su punto y que el champán estuviera en la parte más fría de la nevera, Sara pensó que era hora de comenzar a arreglarse. Eran las 8:00.

Estaba a punto de aplicarse el brillo labial (lo último que se pone una mujer cuando se arregla), cuando sonó el timbre. La pareja que seguía en pie era aburridamente puntual, y Andrés, el novio de Sara, no aparecería en un rato. Sara obvió la incomodidad de atender a los invitados ella sola (los había conocido a través de Paloma y Ricardo, y ahora que ellos no venían se daba cuenta de que no tenía nada en común con ellos) y puso la mejor de las sonrisas cuando abrió la puerta.

Cuando, finalmente, apareció Andrés, ya Carla y Guillermo habían tomado un par de cervezas de aperitivo, se habían comido casi la mitad de los entremeses y miraban con ansia la ensalada. Eran las 10:30 pm cuando Sara miró con horror a un Andrés sudado, con la ropa sucia y las manos negras. "Disculpa, Sara... se me pinchó el caucho viniendo para acá". Sara respiró profundo, de nuevo, e intentó guiarlo hasta el baño evitando que tocara cualquier cosa en la casa.

11:00 pm. Andrés está limpio (o al menos las manos), los invitados están en la mesa y ya es hora de comenzar a cenar. Lamentablemente, el optimismo de Sara se vio totalmente aplastado por la súbita aparición de la curita en la ensalada de Carla. Sara está totalmente avergonzada al verse el dedo cortado y recordar que no tiene la curita desde que "perdió la razón", pero espera compensarlo con su pato al horno. Es la primera vez que cocina y... "¡El pato!". Sara corrió a la cocina como si de esos instantes dependiera que el pato se hiciera o no, y en el proceso se enganchó al mantel, llevándose toda la mesa con ella y salpicando a los invitados con vino, ensalada y restos de entremeses.

Cuando sonó la última campanada, hacía rato que todos se habían devorado las uvas. Aunque Sara quería meterse en una cueva y no salir nunca más de ella, el grupo decidió que no recibirían el año con mala cara, que para eso habían evitado cenar con sus familias. Convencieron a Sara de salir, así de mamarrachos como iban, a cenar al primer McDonald´s 24 horas que encontraran en el camino. Se llevaron la champaña y bebieron, rieron y escucharon música desde el carro como cuatro adolescentes. Nunca habían piropeado tanto a Sara como esa noche en la calle (era la única que no tenía ensalada encima y se había arreglado bastante bien).

Para cuando todo terminó, Sara había tenido un fin de año genial. Las historias que compartieron con Carla y Guillermo esa noche los unieron muchísimo y todos coincidieron, años después, en que de no ser por la curita, el pato crudo y la ensalada voladora nunca hubieran pasado un año nuevo tan a gusto. Se hizo tradición recibir el año juntos, aunque fue unánime que no fuera Sara la anfitriona (o al menos, sin supervisión).

Moraleja: Esto es ficción. Es fácilmente reconocible porque de haber pasado en la realidad, Sara hubiera sido mundialmente conocida como "La amargada de fin de año". Este final tan incoherente fue escrito con un propósito educativo, y es éste: Todos sabemos que el 2012 seguirá siendo una $#$%# con la crisis y esas cosas, pero que eso no nos impida disfrutarlo igual.

¡FELIZ AÑO NUEVO!

2 comentarios:

Unknown dijo...

Me gustó prima, me recordó un poco cuando recibí el año con Aimara y tu papá en el Humbolt que a pesar del desastre inaugural, amanecimos y la pasamos genial. Definitivamente muchas cosas en la vida son cuestión de actitud!!! Te quiero... Feliz 2012

Zhandra Zuleta dijo...

¡Gracias, primita! Feliz 2012 para ti también y gracias por seguir leyendo :)